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Mi primer contacto con el dúo alemán tuvo lugar cuando ejercieron de teloneros de Kadavar en Barcelona. El pandemónium sonoro que salía del escenario era tan estrepitoso como seductor, un torrente de energía propulsado por la espectacular labor a los tambores, tanto visual como rítmica, de Phillipp Mirtschink. Aprecié cosas muy interesantes, principalmente si conseguían canalizar aquella fuerza bruta en la dirección correcta. No cabe duda de que lo han logrado, han aprendido a contenerse, aportando más soluciones que la estampida pura y dura a sus composiciones y cuando volví a verlos por segunda vez en vivo, en la añorada Rocksound, durante la gira de presentación del más que recomendable The Hands of Time (2019) quedaba claro que se habían consolidado y que tenían mucho más clara la línea a seguir.
Su crecimiento artístico ha ido paralelo a su tirón popular, son bastante conocidos en buena parte de Europa y se han empezado a abrir paso en el mercado USA, y este último álbum da fe de ello. En contra de la corriente mayoritaria, discos intimistas y espartanos producto del confinamiento y el puto virus, ellos han tirado de agenda y han conseguido que un buen puñado de músicos amigos hayan colaborado en la creación en este proyecto titulado he Major MInor Collective. Con Philipp centrado en su maquinaria percusiva y Fynn Grabke sacando todo el partido posible a sus seis cuerdas y cediendo el protagonismo vocal a los cantantes invitados que también han tomado responsabilidades en algunas de las letras. Lo que tuvo su punto de partida en aportaciones puntuales de Elin Larsson (Blues Pills) y Dennis Lyxzén de Refused se ha convertido en un ambicioso trabajo coral.
De entrada rompen con su condición de pareja musical con la participación de dos bajistas, Ryan Sin de The Distillers y Dave Dinsmore (Unida, Brant Bjork), cuyo trabajo es más que notorio en varios de los temas del álbum y aporta una mayor variedad de recursos de los que echar mano. El vozarrón de Neil Fallon (Clutch) se apodera del blues en «Corrina Corrina» con su solvencia habitual, el tono bluesy continua presente con Chris Robertson, que hace que «Catch Me If You Can» luzca con mucha más prestancia que lo contenido en los insulsos últimos trabajos de sus Black Stone Cherry. Otro que da el do de pecho es Jon Harvey de Monster Truck, que se maneja de maravilla en el trote boogie que guía «Holy Ghost», uno de los momentos álgidos de la grabación.
Hay invitados que encajan a la perfección dentro del sonido marca de la casa, caso del anteriormente citado Dennis Lyxzén que se adapta de maravilla a la orgía rítmica de «Here’s To Magic», mientras otros los hacen salir un poco de su zona de seguridad, un buen ejemplo sería Leah Wellbaum en el medio tiempo «Beach Seduction» o los franceses Inspector Cluzo que en «Riders & Farmers» los sumergen en un rock de influencia funk que es todo un pelotazo. Y luego están tipos como Erlen Hjelvik, ex vocalista de Kvelertak y ahora al frente de su propia banda Hjlevik, que marcan músculo y personalidad vocal en la recia «Multidimensional Violence».
Resumiendo, un excelente álbum, que mantiene la coherencia artística pese a su heterogeneidad y a la diversidad de músicos que han aportado su granito de arena. Atractivo rock contemporáneo de excelente factura con capacidad para llegar a un público de muy diverso pelaje y condición lo que puede consolidar la tendencia ascendente del dúo dentro de la escena. Y que finaliza con la pieza instrumental «Song 13», donde piden que todo el que quiera añada sus propias partes vocales y se las envíe. Interactividad total.
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