Hay experiencias que te debes, que se llevan cual misiones especiales entre pecho y espalda.
Una inquietud que se acrecienta hasta qué haces algo, y ese algo puede venir de muchas partes. Siendo artista, esa cosquilla siempre quiso saltar a las tablas.
Llevaba su ropa, sus utensilios personales, robados eso si, pues la relación sigue siendo muy frágil o casi nula. En un salón de ensayos, su recuerdo empieza a aparecer en las canciones, su aroma, su ira y su pasión.
Me pongo su ropa, me pongo en sus zapatos y sin juzgar nada empiezo a recrear según yo, los recuerdos más relevantes que tengo de mi papá. Inevitable el llanto qué pasa de golpe a la risa estruendosa, inevitable también el miedo al enfrentarse a los fantasmas del pasado.