En el tercer planeta del sistema solar allá por el año 4.543 millones y pico, una raza de cernícalos majaderos con las luces justas para hacer, a lo sumo, una única cosa bien a la vez, ha colonizado inexplicablemente todos los rincones de su mundo y su estupidez amenaza con saltar al espacio.
Fruto de unas desaforadas dosis de autoestima derivadas seguramente de su incapacidad congénita para el pensamiento racional, su ánimo volátil elimina el equilibrio de cualquier sistema, desapareciendo las medias tintas y dando como resultado de sus acciones únicamente catástrofes o genialidades.
Temiendo la cercanía de un eventual contacto, su estudio se ha intensificado en las últimas décadas hipotetizando sobre sus deidades y sistema de valores. Algunos eruditos sostienen que lo más probable es que adoren a dioses caóticos como el mercado, el poder, el placer y la soberbia.
Esto nos llevaría a la conclusión de que sus existencias fugaces e intensas, difícilmente daran lugar a un resultado equilibrado, sin embargo sus vidas y por ende su producción artística alumbrarán sin duda las más sublimes anécdotas y obras artísticas de su cuadrante.
Asumámoslo, por muy serios o intensitos que nos pongamos somos una raza de tontos del pueblo.
Y dicho esto empezamos con las canciones.
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