París, verano de 2016. Unos refugiados acampan en el barrio de Stalingrad, a la espera de que se regularice su situación. Controles, trampas, expulsiones, rejas. Un laberinto físico se mezcla al laberinto administrativo, la ciudad los rechaza. El documental construye un mapa del calvario que viven: puntos de agua, espacios con sombra, parques aislados, mesas de ping-pong para cocinar. Los cuerpos se integran con dificultad, pero nace un colectivo y empieza la coexistencia. Entonces se alza la voz de Souleymane, un joven exiliado de Darfur cuyos poemas se oyen junto a la voz de la cineasta.