‘Finally Free’ es el octavo trabajo de Daniel Romano en los últimos ocho años, sin contar proyectos paralelos y divertimentos varios. Su ritmo creativo es tremendamente prolífico, sumergido siempre en todo el proceso de gestación de cada disco, desde la composición a la grabación, producción, diseño, etc. La prensa se ha referido a él como un camaleón, un cambiaformas, un charlatán artificioso, un genio, el mejor compositor de canciones vivo o directamente un gilipollas. Nadie se pone de acuerdo, pero su último disco ‘Modern Pressure’ recibió innumerables elogios y fue aclamado por gran parte de medio especializados, colándose en muchas de las listas de lo mejor del año. Romano ha terminado convertido en todo un iconoclasta, aunque su innegable talento siempre termina por sobresalir sea cual sea la vuelta de tuerca estilística que ofrezca a su estilo.
‘Finally Free’ es antes que nada un profundo y asombroso ejercicio de prosa, con un Romano que escribe con un nuevo lenguaje y significado sobre viejos sentimientos y sólidos principios, como si de un poemario se tratara. Una exploración radical, como una revelación ante conceptos como la música como un ente celestial, la flora como un ancestro significativo, y el canto como la expresión más importante de nuestra especie. Todo tocado por un convencimiento agnóstico pese a la articulación religiosa de sus interpretaciones. Y orquestado con una instrumentación brillante en arreglos y musicalidad.
Registrado en un grabador de cassette Tascam de 4 pistas, Romano grabó el disco con un solo micrófono en “posición vocal”; las canciones iban quedando registradas según eran compuestas, con los amplificadores rodeándole, respaldado por la batería, sin mover nunca ese único micrófono de registro ni cambiar los ajustes de amplificación. “Básicamente hice la mezcla del disco sobre la habitación de grabación en lugar de sobre cada canción individualmente”, explica. Unas limitaciones autoimpuestas para paradójicamente conseguir unos resultados honestos y liberadores.
Finalmente, encontramos a un Romano regresando a sus obsesivos estudios iniciales sobre la tradición de la música folk sin perder un ápice de modernidad y estética actual. ¿Hablamos o no de un genio en potencia?