Escuchar las canciones de Fran supone recordar otros momentos de mi vida, sonreír haciéndolo, sentir un pellizco de nostalgia, acordarme de gente que forma mi pasado o simplemente echarte unas risas coreando algunas de sus rimas. Eso ya de por sí vale mucho más que el precio de la entrada. Pero es que el concierto de Nixon es, además, una cita de esas a las que mis amigas y yo no faltamos, una ocasión para reírnos y bailar juntas, oro puro. A eso añádele unos diamantes como encontrarte con gente a la que nos ves mucho pero a la que le tienes cariño o conocer a alguien que pasaba por allí y se unió o acabar tomando algo con el propio Fran y su acompañante al violín, David. Sencillamente impagable. Gracias por la felicidad.

No nos dejes nunca

Enhorabuena